Estar preocupado, confundido u obsesionado con algo.
Estoy rayado con la contestación que me dio ayer, no paro de pensarlo.
Se usa para expresar desenfado, despreocupación o falta de seriedad. Se aplica cuando alguien actúa con exceso de libertad, sin reglas ni orden. También puede usarse de forma irónica para señalar un ambiente caótico, desorganizado o donde cada cual hace lo que quiere.
La expresión tiene origen histórico: se popularizó en el siglo XIX en España, vinculada a la Constitución de Cádiz de 1812, conocida como “La Pepa” (porque fue promulgada el día de San José, 19 de marzo). Al gritar “¡Viva la Pepa!”, la gente celebraba la nueva Constitución y con el tiempo la frase pasó a significar desorden o jolgorio.
Se fue de viaje sin plan ni reservas, hala, viva la Pepa.
Por
Algo incuestionable, evidente, indiscutible, que no admite réplica ni excusa. Es como decir que una cosa es tan clara que no se puede “quitar el pepino”, de ahí la broma.
Es impepinable que si no estudias no aprobarás el examen.
Por
Estar muy nervioso, tembloroso o inseguro ante una situación.
Antes del examen estaba hecho un flan.
Por
Persona que resulta insulsa, sin chispa, poco animada o con escasa personalidad. Empleado a menudo con un tono despectivo o humorístico, para señalar a alguien que no destaca en lo social o que no aporta entusiasmo.
No me cae mal, pero es un poco sosaina, nunca tiene nada interesante que contar.
Por
Estar atento o informado sobre algo en concreto.
Dicen que el vecino se ha ido a Turquía a implantarse pelo… estaré al loro a ver cuando vuelve.
Por
Adoptar una actitud de indiferencia o ignorancia fingida para evitar responsabilidades, contestar a algo incómodo o simplemente no implicarse.
Cuando toca pagar, siempre hay alguno que se hace el sueco.
Por
Situación de confusión, desorden o ruido, especialmente cuando muchas personas hablan al mismo tiempo y no se entiende nada.
En cuanto empezó el debate, se armó un guirigay en la sala y nadie podía escuchar nada.
Por
Ser muy descarado, pedir o hacer cosas sin vergüenza ni consideración.
Se presentó en la fiesta sin invitación y pidió que le sirvieran primero… tiene un morro que se lo pisa.
Por
Asumir las consecuencias o la culpa de algo que uno no ha hecho, o sufrir un castigo injusto.
Proviene de la persecución a los judíos en la España medieval. Se les obligaba a pagar un impuesto llamado “pato”, y con el tiempo la expresión pasó a significar cargar con la culpa o las consecuencias.
Siempre pago el pato de los errores de los demás.
Por
Vergüenza ajena. Se usa cuando alguien hace o dice algo tan ridículo, incómodo o fuera de lugar que te hace sentir bochorno aunque no seas tú el protagonista. Es el equivalente español al anglicismo «cringe».
Publicó “soy un alma vieja atrapada en un cuerpo joven” y me dio tanto lache que lo dejé de seguir.
Por
Algo o alguien con habilidades exageradas. Se suele acompañar del sufijo -isimo/a: Chetadísimo/a
Mi gato aprendió a abrir la nevera. Está chetadísimo.
Por